Papillon by Henri Charrière

Papillon by Henri Charrière

autor:Henri Charrière [Charrière, Henri]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1969-01-01T05:00:00+00:00


La vida en Royale

Apenas entramos en el patio del campamento, nos rodea la benévola atención de todos los presidiarios. Encuentro a Pierrot el Loco, Jean Sartrou, Colondini, Chissilia. Hemos de ir a la enfermería los tres, nos dice el vigilante. Y, escoltados por una veintena de hombres, cruzamos el patio para entrar en la enfermería. En unos minutos, Maturette y yo tenemos delante una docena de paquetes de cigarrillos y de tabaco, café con leche muy caliente, chocolate hecho con cacao puro. Todo el mundo quiere darnos algo. A Clousiot, el enfermero le pone una inyección de aceite alcanforado y otra de adrenalina para el corazón. Un negro muy flaco dice:

—Enfermero, dale mis vitaminas, las necesita más que yo.

—Es en verdad conmovedora esa prueba de solidaridad.

—¿Quieres parné? Antes de que vayas a Royale, tengo tiempo de hacer una colecta.

—No, muchas gracias, ya tengo. Pero ¿cómo sabes que a Royale?

—Nos lo ha dicho el contable. Los tres. Creo, incluso que iréis al hospital.

El enfermero es un bandido corso del maquis. Se llama Essari. Posteriormente, habría de conocerlo mucho, ya contaré su historia completa, es interesante de veras. Las dos horas en la enfermería han pasado muy deprisa. Hemos comido y bebido bien. Saciados y contentos, nos vamos hacia Royale. Clousiot ha mantenido casi todo el rato los ojos cerrados, salvo cuando me acercaba a él y le ponía la mano sobre la frente. Entonces, abría los ojos, velados ya, y me decía:

—Papi, somos amigos de verdad.

—Más que eso, somos hermanos —le respondía.

Todavía con un solo vigilante, bajamos. En medio, la camilla de Clousiot y, a ambos lados, Maturette y yo, En la puerta del campo, todos los presidiarios nos dicen adiós y nos desean buena suerte. Les damos las gracias, pese a sus protestas. Pierrot el Loco me ha pasado al cuello un macuto lleno de tabaco, cigarrillos, chocolate y botes de leche «Nestlé». Maturette también ha recibido uno. No sabe quién se lo ha dado. Tan sólo el enfermero Fernández y un vigilante nos acompañan al muelle. Nos entrega una ficha para el hospital de Royale a cada uno. Comprendo que son los presidiarios enfermeros Essari y Fernández quienes, sin consultar al galeno, nos hospitalizan. Ya está ahí la lancha. Seis remeros, dos vigilantes a popa armados de mosquetones y otro al timón. Uno de los remeros es Chapar, el del caso de la Bolsa de Marsella. Bueno, en marcha. Los remos se hunden en el mar y, mientras boga, Chapar me dice:

—¿Qué tal, Papi? ¿Recibiste siempre el coco?

—No, los últimos cuatro meses, no.

—Ya sé, hubo un percance. El hombre se portó bien. Sólo me conocía a mí, pero no se chivó.

—¿Qué ha sido de él?

—Murió.

—No es posible. ¿De qué?

—Al parecer, según un enfermero, le reventaron el hígado de una patada.

Desembarcamos en el muelle de Royale, la más importante de las tres islas. En el reloj de la panadería, son las tres. Este sol de la tarde es verdaderamente fuerte, me deslumbra y me calienta demasiado. Un vigilante pide dos camilleros.



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